I-EL SISTEMA COLONIAL ESPAÑOL EN AMÉRICA (SIGLOS XVI Y XVII)
El descubrimiento y conquista de nuevas tierras por parte de España y
Portugal a partir de fines del siglo XV, fue el inicio de la conformación de
una economía mundial, en la que los
mercados de todo el planeta están relacionados.
Esta integración económica mundial no se dio de un modo simétrico, en
igualdad de condiciones; por el
contrario, tuvo lugar en condiciones de desigualdad, de dominación. Los
europeos impusieron su dominación en los nuevos territorios mediante la
organización de imperios coloniales, es
decir, extendiendo el poder de su Estado a otras naciones que pasan a formar
parte de la nación dominadora. Es decir, habrá dominadores y dominados.
Entonces, es posible reconocer dos términos:
-La metrópolis, es decir, la capital del imperio. Es decir, la ciudad
desde donde ejerce su poder la máxima autoridad, el rey. En las nuevas tierras
conquistadas y anexadas al Imperio, la metrópolis estará muy lejos de América,
serán gobernadas desde afuera.
-Estos territorios que han
perdido su soberanía para ser gobernadas desde el extranjero, pasan a ser colonias.
Importancia
de las colonias americanas en la economía europea
El aprovechamiento de las riquezas americanas, con sus cantidades de oro
y plata nunca vistas antes en la historia mundial, el dinero proveniente de:
-la explotación comercial de la gran cantidad
de recursos naturales en un territorio tan extenso,
-el transporte y venta de
productos en la población residente en América;
-el cobro de impuestos,
tuvo un efecto decisivo en la
transformación económica europea, que cuyas naciones colonialistas pasaron a
ser las potencias más ricas y poderosas de la Tierra.
La
organización económica, social y política de las colonias españolas en América
Para asegurar su dominación y el aprovechamiento exclusivo de sus
riquezas, las metrópolis consideraron a sus colonias como espacios cerrados, impidiendo la presencia de otras
naciones en ellas.
Las ideas económicas vigentes en esa época eran las mercantilistas: la riqueza de las naciones provenía del comercio
favorable, comprando barato y vendiendo caro.
Para el mercantilismo la
organización más aconsejable era el establecimiento de un sistema comercial monopólico, y de esa manera los
europeos organizaron las relaciones
comerciales entre la metrópolis y las colonias. El monopolio consistió en la habilitación al comercio de un único
puerto. Al ser el territorio americano tan extenso, debió habilitarse más de uno. Había rutas comerciales obligatorias.
Las naves salían sólo dos veces al año. Las colonias fueron organizadas
exclusivamente como productoras de materias primas, prohibiéndoseles la
producción de manufacturas, lo cual aumentaba las ganancias de la metrópolis.
La explotación de las riquezas americanas, desde México hasta el
noroeste argentino se hizo con el trabajo de las comunidades indígenas bajo
diversas formas de servidumbre. Los nativos debían trabajar en extensas
jornadas en la extracción de oro o de plata, en condiciones que provocaron la
disminución muy marcada de su número. También en el trabajo artesanal o
agrícola y ganadero en las “encomiendas” y “haciendas”. En este caso, seguían
existiendo como comunidades en su lugar de origen, alimentándose de su propio
trabajo en sus parcelas, y produciendo el excedente a comercializar en la
región para el amo que se lo apropiaba. (Un sistema de trabajo propia de la
tradicional sociedad feudal europea, desde el siglo II a. de C., al que se le
sumaba ahora, en un mundo en expansión gracias al desarrollo del capitalismo comercial, la producción
para el mercado productor de grandes ganancias, ya que el mantenimiento de los
trabajadores era gratuito).
Esta explotación de la mano de obra indígena sólo fue posible en esas
regiones de montaña, donde los nativos tenían un modo sedentario, asentados en
aldeas agrícolas desde hacía siglos. En Argentina, incluyó a las poblaciones
del noroeste, hasta Tucumán y Santiago del Estero inclusive y en algunas zonas
de Córdoba. En cambio, en las regiones donde los indígenas eran nómadas, (en la
selva, en el Chaco, en la pampa húmeda y la Patagonia) su movilidad hizo
imposible su sometimiento, y sus aptitudes para la guerra, ahora como jinetes a
caballo, hizo sumamente difícil la vida para los españoles, que no dispusieron
de otra posibilidad para enriquecerse que el comercio, casi siempre ilegal, y
la venta de esclavos (Buenos Aires llegó
a ser uno de los mercados esclavistas más importantes de Sudamérica).
En la organización política, al comenzó se les reconoció a los jefes
conquistadores la autoridad sobre los territorios dominados, como se
acostumbraba en la sociedad feudal europea. Los frecuentes conflictos y
crímenes entre ellos por el poder y el control de las riquezas, hizo que la
Corona redujera notablemente su poder, controlado por los vecinos ricos y
propietarios de tierras, en el Cabildo local, y funcionarios españoles
designados por el monarca. En este sistema de gobierno, los criollos (descendientes de españoles habitantes de estas
tierras) podían participar de las funciones de gobierno.
II.
LA
DEBILIDAD DE ESPAÑA COMO METRÓPOLIS.
Pese a contar con el imperio
colonial más extenso y rico de toda la historia, España continuaba siendo una
nación débil y atrasada en su estructura económica y social.
España no desarrolló su propia
producción manufacturera, y gran parte de las riquezas americanas iban a parar
fuera de su territorio, como pago por la compra de manufacturas inglesas y
holandesas, principamente. Especialmente Inglaterra, venía dedicándose a la
elaboración de productos artesanales. Esto le permitió quedarse con una gran
cantidad del oro proveniente de las colonias españolas en América.
Por otra parte, el monopolio en
la práctica era frecuentemente burlado: el encarecimiento de los productos,
debido a su precio impuesto sin competencia, y a los fletes correspondientes al
transporte a través de larguísimas distancias por las rutas terrestres desde un
puerto lejano hasta el lugar donde eran vendido, creaba as condiciones para el
desarrollo de otra forma comercial, ilegal pero mucho más conveniente: el
contrabando. Los barcos ingleses llegaban mucho más rápido que las mercaderías
del monopolio. Y no sólo eran considerablemente más baratos, sino que además no
pagaban impuestos, muy altos en el régimen monopólico.
Además, la frecuente
participación de España en las guerras
europeas por la dominación de las rutas marítimas y del comercio colonial,
hacía que descuidara el envío de mercaderías, o ésta se viera obstaculizada por
los ataques de naves enemigas. Muchas veces los tesoros eran capturados, o
terminaban en el fondo del mar, al ser hundidas las naves españolas que los
transportaban.
Los piratas (en épocas de guerra, permitidos por las potencias rivales)
eran otro peligro para las naves españolas.
Cuando las naves de guerra
británicas (mucho más modernas, veloces y con mejor armamento) se imponían en
las batallas navales, la flota española quedaba tan debilitada que no estaba en
condiciones de custodiar sus naves comerciales, con lo cual, al quedar
interrumpido el comercio con las colonias, a los habitantes de América no les
quedaba otra posibilidad (deseada, por otra parte) que el contrabando con las
naves inglesas.
III.
LAS
REFORMAS BORBÓNICAS DE FINES DEL SIGLO XVIII
En el siglo XVIII una nueva
dinastía, la casa de Borbón, tomó el poder en la Corona española. Esta familia
inició un nuevo período en su elación con América, preocupada por sacar a
España de su crisis, extremadamente debilitada a nivel interno y mundial.
A fines del siglo XVIII, la
monarquía española llevó adelante una serie de reformas económicas y
administrativas, como un medio para aumentar las riquezas de la Corona,
combatir el contrabando y controlar la expansión portuguesa sobre la Banda
Oriental del Uruguay y la Mesopotamia, para controlar la navegación comercial
de los ríos Uruguay, Paraná y Paraguay que comunican al interior de Brasil con
el Atlántico.
En lo económico, ante la crisis
del monopolio, el auge del contrabando, la imposibilidad española de abastecer
a sus colonias, y debido a las concesiones que debió hacer a Inglaterra como
consecuencia de las guerras, se habilitó una serie de puertos al comercio con
otras colonias y otros países (especialmente Inglaterra), mediante el
Reglamento de Comercio libre de 1778. Era un comercio libre limitado, pues no
eliminaba totalmente el monopolio, ya que no implicaba la libertad total, sólo
de algunos productos.
En lo administrativo, se crearon
los Virreinatos. El Virreinato del Río de la Plata tuvo por capital a Buenos
Aires, que fue habilitado como puerto al comercio exterior (el único reconocido
en el Virreinato). Abarcaba los actuales territorios de Argentina, Uruguay,
Paraguay y Bolivia.
Desconfiando de los criollos y su
historia como contrabandistas, sólo los peninsulares (españoles nacidos en
España, la Península ibérica) fueron nombrados funcionarios de gobierno, del
Ejército y de la Iglesia, dejando de reconocer ese derecho a los criollos. Los
funcionarios y comerciantes encargados del comercio sólo podían ser nativos
españoles (peninsulares).
Estas medidas, si bien algunas
daban algún alivio a los comerciantes criollos, provocaron en ellos un fuerte
rechazo, creando un enfrentamiento total entre criollos y peninsulares. El
rechazo a una monarquía que desconocía los derechos de los criollos reconocidos
desde hacía casi trescientos años, se generalizó entre ellos. Los criollos
comenzaron a entrever la posibilidad de independizarse de España. Los
peninsulares, por el contrario, se oponían totalmente a eso.
IV. INGLATERRA
Y LOS ORÍGENES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
A fines del siglo XVIII, surgen
en Inglaterra las primeras máquinas que reemplazan y multiplican el trabajo de
los artesanos: no sólo aumentan la producción de cada artesano, sino que
ahorran salarios, produciendo mucha mayor cantidad de manufacturas en menos
tiempo. Por lo tanto, el costo de
producción (es decir, la cantidad de dinero que se necesita para producir)
disminuye notablemente, abaratando el precio final del producto y amentando las
ganancias.
La Revolución Industrial no
surgió porque sí, sino como una necesidad para abastecer de mercaderías al
mercado de ultramar (más allá del mar),
principalmente americano, pero también asiático, africano y de Oceanía.
Las riquezas americanas hicieron
posible la existencia del capital
inicial necesario para financiar la industrialización, la construcción de
naves y armas más modernas, los viajes comerciales y las guerras.
También gracias al comercio de
seres humanos: los ingleses desarrollaron el
tráfico de esclavos africanos, vendidos en las colonias americanas, cuya
población indígena disminuyó enormemente (y en algunas regiones, desapareció
totalmente) después de la conquista, debido a las enfermedades, los crímenes de
los conquistadores, y las inhumanas condiciones de vida y de trabajo y el
hambre a las que fueron sometidos.
En síntesis, las riquezas obtenidas en la guerra, el tráfico de esclavos y el
contrabando, le dieron a la economía inglesa una verdadera inyección de capital
como para, gracias a la industrialización, convertirse en la nueva gran
potencia mundial, desplazando a España de su poderío.
Las
invasiones inglesas de 1806 y 1807
Las ambiciones británicas de
apoderarse del mercado español en
América aumentaron.
En dos oportunidades, 1806 y
1807, tropas inglesas desembarcaron en Buenos Aires, intentando establecer la
dominación británica en Sud América. Ante la incapacidad de las autoridades
españolas de organizar ninguna resistencia, la huida del virrey Sobremonte a
Córdoba con el tesoro, abandonando a los habitantes de Buenos Aires librados a
su suerte. Fue capturado por los ingleses, que enviaron el tesoro a Londres.
Los ingleses impusieron el
comercio libre, lo cual alegró a los comerciantes criollos.
Pero si bien apoyaban estas
medidas económicas, no estaban dispuestos a pasar a ser colonia inglesa.
Pronto se organizó la
resistencia. Los criollos, bajo el
liderazgo del marino francés Santiago de Liniers, formaron milicias armadas
compuestas por civiles. También organizaron regimientos compuestos por sus
esclavos. Los enfrentamientos dieron por resultado, en las dos invasiones, el
triunfo de los criollos sobre las tropas invasoras.
Los criollos, además, se tomaron
el derecho de destituir al virrey y de elegir un nuevo virrey, que ni siquiera
era un peninsular: Liniers.
Las invasiones inglesas fueron un
paso importantísimo en el camino hacia la formación de un gobierno propio en
que tendrá lugar tres años después, en 1810. Los criollos tomaron conciencia,
en los hechos, de:
-que España ya no estaba en
condiciones de defender sus colonias, y los criollos, no los peninsulares,
fueron los únicos que organizaron la resistencia.
-que los criollos estaban
capacitados para tomar decisiones y elegir a sus propios gobernantes, y que
estas decisiones eran las más acertadas.
-que si habían derrotado al
ejército más victorioso de Europa, que
había vencido a las tropas del mismísimo Napoleón, bien estaban en condiciones
de enfrentar a una nación totalmente debilitada política y económicamente como
España.
V.
LA
CRISIS DE ESPAÑA Y LA REVOLUCIÓN AMERICANA DE 1810
Tras la Revolución Francesa de
1789, el general Napoleón Bonaparte, convertido en Emperador de los franceses,
Francia desarrolla su industrialización, convirtiéndose en el decidido rival de
Inglaterra en la intención de apoderarse del mercado mundial. En guerra contra
Gran Bretaña, en 1808 Napoleón invadió España, su aliada contra los ingleses,
obligó al rey a abdicar (renunciar al trono) en favor de su hijo Fernando VII,
al que tomó prisionero y coronó a su hermano José Bonaparte como nuevo monarca
del Imperio español.
El pueblo español no reconoció al
nuevo rey, rechazó la dominación francesa, y se organizó políticamente en Juntas populares de gobierno, mientras
Fernando VII estuviera cautivo. La Junta Central de Sevilla, convertida en la
máxima autoridad del pueblo español en la resistencia contra los invasores, y
que por lo tanto, ejercía también su autoridad sobre las colonias, cayó
derrotada en 1810, con lo cual, en los hechos, la dominación colonial estalló.
No había en España ninguna autoridad española.
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